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Los animales, la historia y nosotros

  • Foto del escritor: Blog historia animal
    Blog historia animal
  • 11 jul
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 30 jul

Tocalli o Casa de Aves, Códice Florentino, Lib. 8, fol. 30v.
Tocalli o Casa de Aves, Códice Florentino, Lib. 8, fol. 30v.


Actualmente vivimos inmersos en una grave crisis ambiental: el cambio climático, la contaminación atmosférica, la carencia o mala calidad de agua, la pérdida de bosques y selvas, la desertificación de los suelos y la extinción de especies animales y vegetales, entre otras calamidades. Estas, a escala nacional y global, afectan de manera diferente en la ciudad, el campo o las costas.


Los acontecimientos actuales relacionados con ellas llevan a preguntarnos históricamente cómo hemos sobrevivido los animales humanos y los no humanos, cómo nos hemos vinculado, interactuado y qué nos ha llevado a esta situación tan crítica. En esta búsqueda de respuestas, de explicaciones y soluciones es fundamental reconstruir la historia de los animales porque ellos son importantes protagonistas de la historia natural, política, económica y cultural.


La nueva propuesta de la historia social consiste en mirar los procesos desde abajo, poniendo en el centro a actores marginados en su rol como sujetos históricos. En esa dirección, los historiadores ambientales se han ocupado de la naturaleza en sus diversos aspectos: la topografía, el clima, la vegetación, los animales, las enfermedades. La historia animal surge como un subgénero de la historia medio ambiental y sólo es comprensible si hay un diálogo permanente entre ellas.


La historia ambiental estudia las interacciones entre los humanos y los ambientes. Como afirma Juan Humberto Urquiza (2018: IX), “hoy contamos con mejores instrumentos para identificar, diferenciar y medir los distintos problemas ambientales, sin embargo, debemos actuar reconociendo que se trata de fenómenos interdependientes, lo cual implica importantes retos (...) Los problemas ambientales nos recuerdan que hay una interconexión entre el deterioro de los sistemas biofísicos del planeta y los problemas sociales; en consecuencia, el concurso de distintas miradas disciplinares se ha vuelto indispensable para enfrentar su complejidad, ya que no son suficientes las soluciones técnicas”.


Todo es importante: la naturaleza, la cultura, la sociedad, la política y la economía. Estudiar la historia animal permite conocer la coevolución de animales humanos y no humanos, y la domesticación y utilización de estos por aquellos. Como señala Alfred Crosby (1991: 9) “nada puede ser comprendido fuera de su contexto, y el hombre no es una excepción. Es un ser vivo que depende para su alimentación, abrigo y techo de muchos otros seres; de la misma manera muchos seres dependen de él (...) El primer paso para comprender al hombre es considerarlo como una entidad biológica que ha existido sobre la tierra desde hace muchos milenios, modificado y siendo a su vez afectado por otros organismos (...) Una vez que hemos ubicado al hombre en su espacio correspondiente y en su propio contexto temporal, podemos empezar a examinar aspectos particulares o acontecimientos de su historia, con la certeza —o al menos, la esperanza— de encontrar relaciones entre el hombre y tal contexto”.


Los animales siempre han estado presentes en la literatura, la historia, la música, la arquitectura, la escultura, en suma, en la cultura universal. Los animales, como protagonistas de la historia, según la especie, el tiempo, el espacio y las circunstancias, aparecen como deidades, como amenazas, como compañeros o como ayuda en el campo, en las ciudades y en la guerra. Pero, lamentablemente, la cosificación que se ha hecho de ellos y la explotación a la que se los ha sometido desde siempre, ha determinado que muchas especies sigan desapareciendo y otras estén en peligro de extinción. Una relación amable y provechosa, de ida y vuelta, con los animales es perfectamente posible. Son nuestros compañeros y hermanos en el pedazo de universo que compartimos. A algunos animales, como los perros, se les ha educado para rescatar personas en los siniestros, detectar drogas, enfrentar delincuentes, ayudar a personas que padecen ceguera o para acompañar y aliviar a quienes padecen estrés, depresión, epilepsia o algunas otras enfermedades. A cambio, se les brinda afecto, cuidados y bienestar.


Si, como dice Mario Bunge (2010b: 10-11), todo en el universo es un sistema y todo sistema tiene: 1) composición —elementos—, 2) estructura —relaciones entre elementos—, 3) entorno —ambiente externo e interno— y 4) mecanismos —procesos que lo mantienen o lo hacen funcionar—, entonces, el que podríamos llamar “sistema animal humano y no humano” puede ser estudiado minuciosa y exhaustivamente en esos cuatro aspectos. Esto permitiría encontrar los mejores procesos interactivos y concretar los valores que él divide en sociales (seguridad, igualdad y solidaridad) y políticos (justicia, libertad e idoneidad) (Bunge, 2009: 167). En suma, según el mismo Bunge, debemos buscar lo bueno para nosotros mismos y para los demás, de acuerdo con su filosofía moral que denomina “agatonismo”, cuyo postulado máximo es: Disfruta la vida y ayuda a los demás —a todos los seres vivos— a vivir una vida agradable (Bunge, 2010a: 3).


Bibliografía:


Bunge, Mario (2009). Filosofía política, Barcelona, Gedisa.


Bunge, Mario (2010a). Diccionario de filosofía, México, Siglo XXI.


Bunge, Mario (2010b). Filosofía y sociedad, México, Siglo XXI.


Crosby, Alfred (1991). El intercambio transocéanico. Consecuencias biológicas y culturales a partir de 1492, México, Universidad Nacional Autónoma de México.


Urquiza García, Juan Humberto (2018). Vivir para conservar. Tres momentos del pensamiento ambiental mexicano, México, Universidad Nacional Autónoma de México.



Cecilia Vázquez, alumna del curso "Animalidad y cambio histórico en América Latina", Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, Universidad Nacional Autónoma de México.

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