La presencia transformadora de los animales en la vida cotidiana: sensibilidades y cultura material
- Blog historia animal

- 9 ago
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![Fotografía tomada por Áurea Dominga Avila Rojas durante visita a la Exposición La historia que nos une. Animales de compañía en el arte, Museo de San Carlos, marzo de 2022. [Editada del original].](https://static.wixstatic.com/media/08751e_7259d456a244475b9c898506adb008f9~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_690,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/08751e_7259d456a244475b9c898506adb008f9~mv2.jpg)
La Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía en 2021, revela hechos significativos en torno a la presencia y convivencia entre personas y animales. Destaca la existencia de 25 millones de hogares donde habita un animal, dando un total de casi 80 millones de animales presentes en los espacios domésticos. De los 69.8% de hogares con animales en el país, la ciudad de México tiene la proporción más baja con 64% y el porcentaje más alto corresponde al estado de Campeche con 77.1 % de hogares habitados por animales (INEGI, 2021, p. 29).
Como se observa en la información anterior, los animales están presentes en la vida cotidiana de numerosas personas, formando parte de unidades domésticas y familiares, como animales de compañía y creando vínculos afectivos. Su presencia y la atención de sus necesidades, los hacen presentes en el entorno habitado, en los objetos que se destinan para su cuidado y de forma comunicativa en el entorno virtual del internet, con gran profusión en las redes sociales.
La serie de relaciones e interacciones entre humanos y animales es cotidianamente visible e influye, a menudo de manera imperceptible, en diversos aspectos de la historia, la política, la geografía, las prácticas rutinarias, las dinámicas familiares, la economía en diferentes escalas, así como en las discusiones filosóficas y jurídicas sobre la definición de personas y animales, en la derivación por identificar, distinguir y reconocer tanto los derechos humanos como los derechos tutelares de los animales ejercidos a través de sus acompañantes y tenedores humanos.
La presencia e influencia de los animales en nuestro entorno, nos conduce a observar y a considerar la “espacialidad” y la cultura material de los animales en las sociedades actuales. Por ejemplo, en los espacios físicos que anteriormente eran exclusivos de los humanos o en la apertura y funcionamiento de sitios de convivencia y comercialización alentados por las sensibilidades hacia los animales, tal como ocurre con las granjas lúdicas y pedagógicas para la interacción de público infantil con especies animales, o bien, en las tiendas especializadas para mascotas y, aún más, en los restaurantes amigables que habilitan y transforman los espacios para el recibimiento de animales, específicamente de los perros, llegando al punto de ofrecer una carta de menú para los acompañantes no humanos.
Desde una perspectiva biológicamente incluyente, las relaciones entre personas y animales obligan a la reflexión sobre la naturaleza del ser humano, su acción social y su interacción con el medio y los seres vivos a su alrededor. Más aún, la significación diversa que tienen los animales en las sociedades, en la cultura, en el universo de los sentimientos y las sensibilidades ha dado lugar al desarrollo de Estudios Humano-Animal (EHA), que, en esencia, “se ocupan de las de las interacciones entre animales no humanos y animales humanos, exploran los espacios que los animales no humanos ocupan en el mundo social y cultural humano, así como las interacciones de los humanos con ellos” (Acero y Montenegro, 2019, p. 11). Dichos estudios se han desarrollado en países hispanoparlantes y son multidisciplinarios. En México, acudimos al despunte boreal de la reflexión y las investigaciones sobre las relaciones, los vínculos y la emergencia de sensibilidades específicas entre humanos y animales.
La tenencia de animales mascota, como responsabilidades y como seres de acompañamiento, tiene su desarrollo en la historia moderna, entre los sectores medios y acomodados urbanos que apreciaban a los animales por sus cualidades y su proyección de inteligencia y sensibilidad, y menos por su función o adiestramiento con fines de consumo, cuidado y apoyo productivo. Los animales de compañía fueron apartados de su posible uso en el trabajo y reproducción de la vida productiva y material, para transformarse en seres dotados de personalidad bajo una sensibilidad particular que los han humanizado y que, para las personas dueñas, propietarias o acompañantes, se vuelven constitutivos, “necesarios” y únicos como entes animados, inteligentes, socializados, comunicativos y esencialmente no humanos.
En México, los vínculos establecidos, las prácticas desarrolladas y los espacios de cuidado, convivencia e interacción entre personas y animales, ha dejado importantes indicios y testimonios vertidos bajo la forma de la litografía, la pintura, la fotografía, la literatura, el cine, la televisión, el internet y la abundante publicidad comercial. Al respecto, reflexionaré enseguida sobre una muestra de estos testimonios, experiencias y sensibilidades condensadas museográficamente en la exposición temporal: La historia que nos une. Animales de compañía en el arte, auspiciada por el Museo Nacional de San Carlos, entre agosto de 2021 y marzo de 2022, con el propósito de mostrar “el nacimiento y desarrollo de nuestra sensibilidad hacia los animales que nos han acompañado durante los últimos siglos como un signo evidente de un cambio cultural en el que las mascotas comenzaron a considerarse como parte de nuestras familias” (Secretaría de Cultura, 2021).
En el guion museográfico, los animales se vuelven los protagonistas. A través de su presencia y representación es posible apreciar cómo durante el siglo XIX la población de México era mayoritariamente rural y, dentro de ella, los perros y los gatos, estaban presentes y eran incorporados en la dinámica social, económica y material, básicamente por sus funciones e inclinaciones instintivas útiles, como guardianes, pastores y controladores de plagas, o bien, para cazar a otros animales como ciervos, patos, entre otros; además de, por supuesto, interactuar y compartir el espacio físico con otras especies animales que también desempeñaban una función en la dinámica familiar y económica: los animales de corral y de granja como vacas, gallinas, reses, caballos y mulas. Pero no sólo eso, la sensibilidad moderna hacia los animales de compañía también es evidente en pinturas y representaciones de la misma época, en las que se aprecia a perros y gatos en actitud de mera convivencia con las personas, posando para el retrato o evocando los juegos de la infancia con la interacción de los animales.
La relación de las personas, las familias, las comunidades y las sociedades respecto a la población de los animales que los rodeaban, en particular de los perros y los gatos, se transformó en función de los cambios demográficos y poblacionales, precisamente en la inversión proporcional de poblaciones rurales por semiurbanas y urbanas; lo que es perceptible en los lugares destinados a los animales. A menudo, perros y gatos, dejaron de permanecer e interactuar fuera de la casa, para dormir en espacios domésticos, como el patio y las habitaciones de un hogar, con áreas definidas y objetos útiles para su alimentación, aseo y reposo. En la exposición de museo que comento, la “interiorización” de la presencia de animales de compañía se vuelve tangible en cuadros y fotografías de animales, en composiciones donde figuran personas y animales en escenas cotidianas, actividades lúdicas y recreativas y testimonios visualizados desde su origen como reflejo de la vida familiar. Como referentes destacados, están los testimonios de celebridades y personas de importancia social, como la actriz de cine Dolores del Río quien gustaba de posar con sus perros. No menos visibles, en razón de la mercadotecnia y de la abrumadora publicidad de nuestros días, se identifican personajes animales con atributos propiamente humanos, por ejemplo, en la transfiguración del oso polar que bebe Coca Cola o del amigable oso panadero de la compañía Bimbo.
Es inevitable evocar la experiencia singular de esta exposición, a través del recorrido y apreciación de cuadros en los que figuran distintas razas de perros, adornados con vestimentas, sombreros, lentes, bufandas y collares, dando pauta a la consideración de la producción de todo tipo de mercancías, útiles y productos elaborados específicamente para uso de los animales de compañía. Agrego como información complementaria, que la experiencia inmersiva de la sección de retratos animales, incluye cuadros dispuestos para que la gente pose y se tome fotografías con la perspectiva del protagonismo humano y animal.
En conjunto, la exposición de arte La historia que nos une. Animales de compañía en el arte constituye una muestra y una revelación tangible sobre las presencias, las sensibilidades, el lenguaje comunicativo entre especies animales diferentes, los protagonismos y la existencia material y cultural de los vínculos entre las personas y sus animales, para derivar como proyección en el importante reparo por la definición, instrumentación, defensa y protección de los derechos tutelares de los animales como seres, entidades, personalidades e “integrantes” de la casa y de la familia.
En el siglo XXI, los animales están presentes en los espacios públicos y en los hogares, compartiendo y modificando la dinámica familiar, las prácticas y las expresiones de emociones y sentimientos. Se les ha dotado conceptualmente de personalidad, se reconocen sus cualidades y aportaciones tangibles e intangibles. En el extremo más desarrollado de la percepción humanizadora de los animales de compañía, cabe la posibilidad de que las personas tenedoras de animales, ya no los consideren como una propiedad o “mascotas”, transitando a una sensibilidad equiparable con el aprecio que se tiene, en términos de familiaridad, por los hijos, los hermanos, los nietos, los sobrinos, lo que apunta a la conformación práctica y conceptual de familias multiespecies con su estela de testimonios, expresiones emotivas y un gran cúmulo de cultura material.
Bibliografía:
Acero Aguilar, Myriam y Montenegro Martínez, Leonardo (2019). La relación humana–animal como construcción social, Revista Tabula Rasa, (32), pp. 11-16. https://www.redalyc.org/journal/396/39661317001/html/
Secretaría de Cultura (25 de agosto de 2021). La historia que nos une. Animales de compañía en el arte, exposición en el Museo Nacional de San Carlos. https://www.gob.mx/cultura/prensa/la-historia-que-nos-une-animales-de-compania-en-el-arte-exposicion-en-el-museo-nacional-de-san-carlos?idiom=es
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2021). Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE) 2021. https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/enbiare/2021/doc/enbiare_2021_presentacion_resultados.pdf
Áurea Dominga Avila Rojas, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.




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