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"Es que somos muy pobres" de Juan Rulfo: amalgamo del capital humano y del capital animal en el desastre

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    Blog historia animal
  • 21 ago
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Actualizado: 22 ago


Fotografía 18 del escritor Juan Rulfo, en el libro Inframundo. El México de Juan Rulfo, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, CDMX, 1980.
Fotografía 18 del escritor Juan Rulfo, en el libro Inframundo. El México de Juan Rulfo, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, CDMX, 1980.


En 1947, Juan Rulfo publicó en el número 54 de la revista América el cuento “Es que somos muy pobres”, que luego apareció en tercera posición en la colección El Llano en llamas (México, Fondo de Cultura Económica, 1953). La voz de un narrador infantil presenta la situación catastrófica en la que se encuentra con su familia luego del desbordamiento de un río, que se ha llevado a la vaca y quizás al borrego que tenían. La voz temblorosa del niño destaca un vínculo en que se relaciona el capital animal con el capital económico de su familia. En el contexto del desastre, este vínculo amenaza a las hermanas del narrador, pues al “bajar” el nivel del capital económico se abre la puerta al capital sexual. La familia empobrecida por la pérdida de las vacas, no tiene otra opción que prostituir a la más joven de sus hijas para sobrevivir.


Veremos entonces cómo Rulfo no solamente pinta un desastre campesino ordinario a partir de los ojos del niño, sino que desarrolla una crítica sobre la explotación de los animales, comparándola con la de las mujeres bajo las apariencias de un relato cándido. En tal cuento, ¿los animales pueden ser protagonistas de la historia? ¿cuál es el nivel de agencia que tienen las vacas y las niñas frente al desbordamiento del río? Si bien son víctimas colaterales del desastre, son protagonistas del relato de un niño, de un hermano, que tiene una conexión tanto con los animales como con sus hermanas, se trata de una relación afectiva visceral.


En este cuento, Rulfo anticipa diez años a E.P. Thompson al intentar escribir una “historia desde abajo” (Vergara, 2021). Es muy significativo conocer esta historia desde el punto de vista del niño, el más joven de la familia, pues valora tanto el destino de los animales como el de sus hermanas. Rulfo reconoce en la literatura un poder de narración auténtico y alternativo al de la historia oficial o la historiografía. El cuento no está enraizado en una cronología o un lugar preciso, por lo que tiene una referencia variable a la realidad, lo que se ve reforzado por una denominación genérica a personajes sin nombre (esta familia podría ser cualquier otra), salvo en el caso de la menor de la familia, pues lo ominoso de su tragedia le permite tener un nombre: Tacha, un mero apodo (esta familia podría ser cualquier otra). 


Además de ello, la ficción se abre a la protagonización de los animales. Desde el punto de vista infantil adoptado por Rulfo se hace posible destacar la relación entre el capital animal y el capital sexual como ha explorado Carol J. Adams en La política sexual de la carne (2016). Cabe reconocer que el tipo de catástrofe presentada aquí, no es una forma de apocalipsis ecológico, sino el ejemplo de una calamidad innombrable con consecuencias económico-sociales determinantes en la vida de la mayor parte de la población: un cuarto de la población mundial, son mujeres viviendo en el campo (ONU Mujeres, 2019).


Las desgracias en el contexto rural afectan tanto a los animales como a los humanos, pero dañan más a las mujeres pues son vistas como una variable, que se puede sacrificar para sobrevivir en un mundo post-catástrofe. No son maestras de su destino, pues todo futuro recae en la posibilidad de un matrimonio. En este contexto, la vida de una mujer depende de la vaca que servirá de dote. En América Latina, como en muchas partes del mundo, los animales tienen un valor de intercambio cuando se está viviendo por un  proceso de casamiento. Entonces, el animal no solo condiciona el porvenir de las mujeres como capital, sino que está involucrado en una red de intercambio capitalista que se instituye en el grado de comparación entre una mujer y la cantidad de animales.


En el relato de Rulfo, la vaca muere por haber intentado cruzar el río, como lo narra el señor que está intentando recuperar lo que se pueda en medio del desastre. A este respecto resulta revelador el análisis de Naomi Klein (2007):


Yo le pregunté a un señor qué vio cuando la arrastraba el río si no había visto también al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Sólo dijo que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.



El recuento de la catástrofe es indirecto. La voz más frágil de la familia asume el relato, pero tiene que apoyarse en la percepción parcial del “señor”. Llevada por la corriente, la vaca terminó patas arriba. Con esta expresión animal se puede leer también la inversión de la condición de la hermana más joven quien, va a tener que aceptar su instrumentalización sexual, poniéndose “patas arriba”. La conexión entre el cuerpo animal llevado por la corriente y el cuerpo de la hermana del narrador revelan el desgarro. Además de ello, el cuerpo de la vaca termina por confundirse con los troncos llevados por la corriente. Los árboles tienen una parte muy importante en disminuir la erosión, que precisamente es un factor grave en caso de inundación. Ya sean los árboles cortados, las vacas perdidas o los cuerpos femeninos monetizados, en el desastre todos están reducidos a su valor de intercambio:


Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil. Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quien se hiciera el ánimo de casarse con ella, sólo por llevarse también aquella vaca tan bonita. […] Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí, a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar. Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella. Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición (Rulfo, 1953).



El llanto desbordante de Tacha traduce corporalmente la inundación del río coincidiendo con una pubertad trágica. La catástrofe natural entreteje el cuerpo con el desastre, haciéndole una matriz amenazada aunque creadora de una nueva percepción de la realidad (Masiello, s.f.). El cuerpo de Tacha parece tomar el lugar de la vaca desaparecida con el movimiento de “los dos pechitos”. Si coincidimos en que los animales forman parte de la clase trabajadora, como apunta Jason Hribal (2014), en esta historia las mujeres empobrecidas están forzadas a unirse a la clase de trabajadoras sexuales. 


Entre la muerte anónima de los animales y la explotación ordinaria de las mujeres, este cuento revela la lógica de dependencia social y económica entre animales y humanos en contextos de precariedad. Podemos subir a contracorriente de la catástrofe para entender que el destino de Tacha no solo es condicionado por la pérdida de la vaca o por el desbordamiento del río, sino que tiene que ver con un modo de producción y de repartición de la riqueza. Así los animales como los humanos, y en particular las mujeres, se revelan como víctimas de la historia, chivas expiatorias, en estas escrituras geológicas que destacan los sedimentos. A la pluma de Rulfo se puede sumar la de Cristina Rivera Garza (2022, s. p.):


Regresamos a la tierra. Nunca nos hemos ido, ciertamente, pero el olvido estratégico de la materia que nos sostiene y que somos, sobre el que se fundan los quehaceres y la saña de las economías extractivas que ven al globo terráqueo como un caudal sin fin de recursos naturales dispuestos para la explotación, se ha topado con el límite del cambio climático. No se trata, por supuesto, del sueño alucinado de un demente, sino de la realidad ya palpable de la degradación de los suelos, la recurrencia de desastres naturales cada vez más catastróficos y, en fin, la extinción de miles de especies de animales y plantas, incluida, en un futuro que se presiente cercano, la humana. […] En este contexto es cada vez más difícil escribir sobre “la condición humana” sin tomar en cuenta los territorios en disputa sobre los que colocamos los pies, y los cuerpos de las especies que, en constante e irresuelta compañía, conforman nuestra condición de presente.



Ahora bien, la voz temblante de la narración, aunque con una visión parcial de la catástrofe, logra contar la historia de las vacas desaparecidas y las niñas pubertas, haciéndolas no solamente las víctimas de la historia, sino también las protagonistas de una ficción que, por imaginativa o gratuita que pueda parecer, les da un suplemento de existencia y, ¿por qué no?, de resistencia. Como escribe John Berger sobre las vacas en “Ellas son las últimas”:  “Ahora que se han ido, es su resistencia, lo que echamos en falta” (2023).


Bibliografía:


Adams, Carol J. (2016) La política sexual de la carne. Ochodoscuatro Ediciones.


Berger, John (2023). Por qué miramos a los animales. Alfaguara.


Hribal, Jason (2014). Los animales son parte de la clase trabajadora. Ochodoscuartos.


K, Naomi (2007). The Shock Doctrine: The rise of disaster capitalism. Alfred A. Knopf Canada.


Masiello, Francine (s.f.). Cuerpo y Catástrofe, University of California at Berkeley. https://literaturadefronteras.cl/wp-content/uploads/2018/04/Masiello-Cuerpo-y-cat%C3%A1strofe.pdf.


ONU Mujeres (15 de octubre de 2019). En la mira: Día internacional de las mujeres campesinas. https://www.unwomen.org/es/news/in-focus/rural-women-day/2019 


Rivera Garza, Cristina (2022). Escrituras geológicas. Iberoamericana.


Rulfo, Juan (1953). Es que somos muy pobres. En Rulfo, Juan (Ed.) El Llano en llamas (pp. 35-36). Fondo de Cultura Económica.


Vergara, Germán (2021). Bestiario latinoamericano: los animales en la historiografía de América Latina, História, Ciências, Saúde – Manguinhos, 28, 187-208. https://doi.org/10.1590/S0104-59702021000500010  


Bibliografía sugerida:


Muñoz González, Aehécatl (2022). Del Espacio Al Lugar y Justicia Ambiental: Una Propuesta de Lectura Ecocrítica de “Nos Han Dado La Tierra” de Juan Rulfo. LiminaR estudios sociales y humanísticos, 20 (1), 1-15.  https://www.scielo.org.mx/pdf/liminar/v20n1/1665-8027-liminar-20-01-e890.pdf 


Garrido, Felipe (2004). Voces de la tierra. La lección de Juan Rulfo. UNAM.


Jiménez de Baez, Yvette (1990). Juan Rulfo, del páramo a la esperanza. Fondo de Cultura Económica.



Ulysse Roche, Doctorante en Literatura Comparada, Université Clermont Auvergne.


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