Animales y consumismo
- Blog historia animal
- 16 jul
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Recientemente la empresa funeraria J. García López lanzó al mercado el interesante plan funerario Bye Bye Friend, consistente en un plan de despedida pensado para animales de compañía. Con cuotas módicas, se propone como “el primer santuario funerario para mascotas que te ayudará a decirle adiós a ese amigo tan importante” (https://byebyefriend.mx/). Dentro de las amenidades proporcionadas se incluye la recolección, carroza, guías, arreglo estético, velación y despedida, así como cremación y entrega de urna y cenizas en caso de ser necesario. Si bien no es el único servicio existente, hay otros tantos que van desde los cementerios de mascotas, hasta los servicios ofrecidos por las veterinarias locales y barriales.
El acompañamiento y los servicios funerarios para animales de compañía son un mercado en expansión. Las costumbres funerarias humanas han logrado traspasar al mundo de la tenencia de animales de compañía, que no se queda exclusivamente en perros y gatos, pues abarca a peces, tortugas, aves, roedores, gallinas, conejos, entre otros. El fenómeno no es nuevo. Culturas como la egipcia o la mexica se caracterizaron por colocar flora y fauna en diversos entierros humanos. Pero la preocupación por el bien morir de los animales de compañía es un fenómeno más reciente, que ha generado toda una mercadotecnia que acompaña otros servicios y productos destinados a ellos: ropa, juguetes, camas, paquetes de salud, guarderías, cuidadores y paseadores son tan sólo algunos de los más populares.
Actualmente, los animales se han integrado a la cotidianidad de los habitantes de la urbe, y eso incluye el hacerlos partícipes indirectos del consumismo. Pueden acompañarnos al supermercado o pasear durante horas en un centro comercial. Algunas tiendas departamentales han establecido un servicio de carriolas para transportar a los perros durante la experiencia de compra. Sin mencionar la diversidad de restaurantes, cafeterías y servicios de hotelería pet friendly, que ofrecen espacios y amenidades para los acompañantes perrunos.
Otra forma en la que los animales han participado indirectamente en el capitalismo y el consumo de productos y bienes es mediante su inclusión en comerciales y estrategias de venta. Desde 1985, la empresa de seguros Metlife promovió sus productos a nivel mundial utilizando la simpática imagen de Snoopy, la caricatura de un perro beagle creado por Charles Schulz en 1950. Bajo la idea de representar una marca con “vida, renovación y energía”, Metlife decidió dejar de lado a Snoopy en 2016, desligándose, con ello, de una construcción amigable. (Aristegui, 2016). En los inicios del nuevo milenio, Telmex utilizó la imagen de Otto, un Jack Russell Terrier, para promover sus servicios de internet entre la población mexicana. La marca de huevos Bachoco, a través de llamativas e ingeniosas campañas publicitarias, ha generado simpatía y aprecio popular por la marca, lo que sin duda ha impactado generosa y positivamente en el posicionamiento de sus ganancias a nivel nacional (Ochoa, 2024). Como vemos, los animales se han integrado a las dinámicas de consumo a través de su imagen en comerciales y anuncios, generando sensaciones positivas, aunque en el fondo la vida y el destino de dichos animales no lo sea, pues rara vez el espectador reflexiona sobre lo que hay detrás de la imagen promocional de estos animales (granjas avícolas y criaderos de perros).
Las redes sociales son medios que promueven hábitos de consumo, valores, actitudes y que influyen considerablemente en el ánimo y las preferencias de los espectadores. Se han convertido en escaparates en los que los animales se han hecho presentes, convirtiéndose en objetos de consumo y medios de expresión del malestar o la preocupación social. Ejemplo de ello es el perro influencer Cheems, un Shiba Inu originario de Hong Kong y cuyo nombre real era Balltze. Su imagen ha circulado masivamente a través de memes y parodias. La popularidad iconográfica de Cheems no sólo sirve para ilustrar situaciones cotidianas o graciosas, incluso se ha utilizado para hacer mofa o crítica política discreta.
Recientemente, en el estado de Nueva York tuvo lugar una polémica en torno a Peanut, una ardilla domesticada que contaba con numerosos seguidores en Instagram. Después de denuncias anónimas y de activistas, la ardilla fue incautada a su propietario, Mark Longo, por el Departamento de Conservación Ambiental del Estado de Nueva York. Posteriormente, la ardilla fue sacrificada para analizar si era portadora del virus de la rabia, junto con un mapache que también estaba bajo la tenencia de Longo. Este suceso, sin duda polémico, traspasó las redes sociales, en las que se manifestó un desagrado y desacuerdo total hacia el sacrificio de estos animales. Incluso se mencionó que tal hecho pudo cobrarle factura política al partido demócrata, representado por Kamala Harris, todo esto a semanas de las elecciones presidenciales.
Como es notorio, los animales forman parte del sistema de producción de bienes, ya sea promoviéndolos o siendo ellos mismos productos al mejor postor. Muchos de estos se han vuelto personalidades o influencers en plataformas como TikTok o Instagram, generando incluso productos para fans y seguidores, como libros, calendarios, playeras, stickers, etc. Si bien esto es criticable, tampoco se puede negar que la socialización de los animales en redes sociales ha contribuido a que los usuarios de estas plataformas se sensibilicen. Algunos pet influencers fungen incluso como promotores de campañas de ayuda hacia perros y gatos maltratados o en situación de calle, contribuyendo a recaudar apoyos económicos, materiales y adopciones para los mismos.
Como todo, el hecho de que los animales sean parte de los hábitos de consumo cultural de los seres humanos da pie a variadas lecturas. Una lectura destaca lo negativo, como la mercantilización de determinados animales, incentivando, por ejemplo, la cría y venta de cierto tipo de “razas” o especies, más favorecidas o populares, lo que ha desencadenado fenómenos lamentables. Se considera que una de las razas de perro más abandonadas en México es el Husky Siberiano, que se volvió popular gracias a películas y series de televisión. Otros ejemplos similares son el tráfico de especies exóticas, como los reptiles, monos, insectos, felinos y demás megafauna carismática (Esch, 2021), de los que se han reportado avistamientos a pie de calle y cuya tenencia se ha asociado a la predilección de algunos grupos criminales por poseerlos o por conformar zoológicos exóticos.
Por otro lado, una lectura más positiva nos lleva a entender cómo la inclusión y participación animal en el consumo de bienes varios ha provocado que las nuevas generaciones tengan una concepción distinta de estos. La sensibilización de las infancias y su genuina preocupación por los animales (así sean los extintos dinosaurios) nos da luces sobre la paulatina desaparición de esa barrera que durante años propició que los animales fuesen tratados y considerados como eso: seres no sintientes, al servicio del hombre y sujetos a todo tipo de maltrato y abuso.
Bibliografía:
Esch, Sophie (2021). “Hippopotamus Dead or Alive: Animals and Trauma in Narratives of the Drug War”, Revista Hispánica Moderna, Vol. 74, No. 2, pp. 184-199.
Aristegui Noticias (20 de octubre de 2016). Metlife despide a Snoopy. https://aristeguinoticias.com/2010/kiosko/metlife-despide-a-snoopy/
Ochoa, Cristina (10 de noviembre de 2024). La publicidad de Bachoco que rompió el cascarón: del huevo a los memes, Milenio. https://www.milenio.com/negocios/el-tio-bachoco-el-rey-de-la-publicidad-que-no-ha-cambiado-en-40-anos
Carolina Y. Aguilar García, profesora-investigadora, El Colegio Mexiquense.
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