Animales e historia en la panamozonía
- Blog historia animal
- hace 4 días
- 3 Min. de lectura

La historia humana tiene una íntima relación con otras especies. Los animales han sido trabajadores, acompañantes y símbolos del cambio histórico. En este sentido, las presentes líneas no abonan a la historia estándar de la región panamazónica en la que he nacido y he vivido. Se trata de un ejercicio narrativo en el que busco reconocer el valor de la huella tanto de hombres como de animales, una historia en la que formas más que humanas ingresen al juego.
Me apoyo en un relato de la tradición oral de esta región en el que la historia es síntoma de lo vivo y de la palabra conversada. En la costa pacífica, el pueblo de los Tuma explica en su mito de origen un vínculo fuerte con lo animal, toda vez que el archipiélago y su población surgieron de tres pargos rojos; una zona que mundialmente se conoce hoy como la perla del pacífico. Dentro de las comunidades de la panamozonía se entiende que somos parte de un tejido donde todos nos sostenemos. Así, por ejemplo, si la especie animal humana se sobrepone a las demás, inicia un proceso de ruptura del tejido. La importancia de este mito radica en que la civilización deviene después de lo animal, como en un lienzo de puntadas. Citando a Ricardo Oviedo (2018, p. 40), puedo detallar el contenido de este mito:
Dice la leyenda transmitida oralmente, de generación en generación, que este archipiélago fue formado por tres grandes pargos rojos que luego de deambular por sus playas descansaron en esta bahía formando cada una de sus islas mayores, que con el tiempo, con la lluvia y el surgimiento de vegetación, aparecieron sus primeros habitantes, los indígenas Tuma, de ahí su nombre, eran hombres laboriosos y hábiles con sus manos, grandes orfebres y artesanos, vivían de la pesca en grandes bohíos alrededor de las playas, pescadores y aguerridos guerreros, cuando llegó Francisco Pizarro (1478 – 1541), a la isla del Gallo (1526), no lo dejaron desembarcar, duró seis meses con su menguada tripulación, hasta que le llegó refuerzos de Panamá y pudieron seguir hacia la conquista del Perú, por eso decimos nosotros que en Tumaco se pelea desde que nacimos, sin miedo, nosotros somos como los delfines, bailamos, brincamos, gozamos y siempre alegres, pero eso sí, toda la vida con el agua al cuello.
En este mito, como en muchos otros, aparece la figura de un animal, un animal antepasado con el que la especie animal humana sabe relacionarse. Por ello, conocer estas narraciones puede contribuir a solucionar los problemas que como especie hemos generado. Aunque no para ofrecer una respuesta global y definitiva, pues las soluciones deben emanar desde cada una de las singularidades, de los pueblos que habitaron, que habitan y que habitarán Nuestra América. Es en el hacer de la vida, en el escribir de la historia, que nos encontramos con otros actores, unos más quietos que otros. Es la vida, por tanto, en la que podemos rastrear motivos para identificar destinos y amar cada día la nueva oportunidad para ser-estar en el mundo.
Bibliografía:
Oviedo, Ricardo, (2018). Relato de tres tristes pargos rojos y una guerra desalmada. Doble historia de Tumaco. Editorial Universitaria, Universidad de Nariño.
Juan Camilo Mafla Pantoja, Maestrante en Estudios Latinoamericanos, Centro de Estudios e Investigaciones Latinoamericanas, Universidad de Nariño.
Comentarios